Y el «tasis» ganó a Uber

taxiUna de las últimas noticias tecnológicas del año pasado fue el cierre de la aplicación Uber. La compañía, obligada por la Justicia, y ante la presión del gremio del taxi no tuvo más remedio que forzar su cierre el mismo día 31 de diciembre. Evidentemente, no hace falta ser muy avispado para saber, que en no mucho tiempo volverán a la carga y si no son ellos, otros lo harán.

No voy a hacer desde aquí una valoración extensa de si tiene razón Uber o si la tienen los taxistas. Sólo hay dos cosas que creo que deben ser revisadas antes de que se vuelva a producir el motín del taxi. La primera es que este sector se debería liberalizar y poder permitir que cada uno se busque las habichuelas como buenamente pueda, pagando sus impuestos correspondientes, teniendo los seguros en regla para poder realizar el transporte de pasajeros, etc.

La segunda es que a estas alturas que a alguien que se quiera dedicar al mundo del taxi le cueste más una licencia que la hipoteca de una casa debería ser un caso de estudio.

Pero la realidad es la que es, y en España Uber ya no funciona, así que a una buena parte de los taxistas les debería servir para dejar de mirarse tanto el ombligo y mejorar su servicio, que en algunos casos es deficiente. Estas son algunas de las cosas que se deberían mejorar.

1.- Incorporar la tarjeta de crédito como medio de pago en TODOS los taxis. No puede ser que bien entrado el siglo XXI, encontrar uno que acepte esta forma de abono sea más difícil que descubrir el lugar en el que se ubica el arca perdida. Eso por no mencionar, cuando uno llega de un vuelo, la buena imagen que da el controlador de taxis del aeropuerto, cuando vocifera a los cuatro vientos: “¿Alguno admite tarjeta?”

2.- Si yo no puedo fumar en mi trabajo, tú tampoco deberías hacerlo en tu coche, que es tu lugar de curro. Vale, evidentemente ninguno lo hace mientras lleva a un pasajero, pero no debería permitirse que cuando alguien entre a un taxi, éste apeste a Ducados. Amigo taxista: si quieres fumar, paras el “teki”, sales de él y te echas un cigarrito.

3.- Apréndete el callejero de una maldita vez. Vale, el GPS ha ayudado mucho a que los simples mortales podamos llegar a cualquier parte, aunque en muchas ocasiones tardemos más de la cuenta porque las rutas que nos ofrecen los mapas no son las más rápidas. Pero tú, amigo taxista, deberías saber cómo ir a la calle que te pide tu cliente sin tener que perder el tiempo en teclearla en el navegador, mientras el taxímetro está corriendo. Eso sin contar con el taxista kamikace que va introduciendo la calle a la que va cambiando de marcha. Uno cuando ha ido a ciudades como Londres, no ha visto al taxista tener que usar el navegador. Simplemente porque el taxista sabe dónde están todas las calles. ¿Por qué no tenéis que hacer un examen sobre dónde se encuentran las calles?

4.- Por favor. No quiero escuchar a Carlos Herrera o a Gemma Nierga o Radio Marca o Maxima FM mientras me llevas a mi destino. Al menos, ya que te voy a pagar, pregúntame si me molesta la emisora. Entiendo que a lo mejor no te gustará que te diga que pongas Radio Clásica, pero si es lo que el cliente quiere, tendrás que tener paciencia y soportar 15 minutos de Mozart.

5.- ¿Por qué esa manía de adornar el taxi por dentro de esa forma tan hortera? Vamos a ver. Si cuando te vendieron el carro te lo dieron sin ningún extra aparte del ABS o de los asientos calefactables, ¿por qué sigues poniendo esas fundas de bolitas de madera, que además de ser de mal gusto son incómodas? ¿Por qué instalas una mampara de protección si luego la llevas abierta y lo único que hace es incomodar al cliente? De acuerdo, te mola llevar un taxi tuneado, pero por favor, el cubrevolante imitando la piel del leopardo o al fórmula 1 de Fernando Alonso es muy choni.

6.- Aprended por favor de vuestras compañeras taxistas: el coche lo llevan impoluto pero sobre todo: se duchan cuando salen de casa. No es soportable ver como algunos de vosotros parece que en vez de trabajar en el taxi estáis corriendo la maratón a diario.

7.- De acuerdo, es una burrada lo que os cuesta
mantener el vehículo, cada vez hay menos clientes y los ayuntamientos os dan sablazos de continuo. Me parece bien que me lo cuentes, pero ¿podríais dejar de decir “tasis”?

Yo creo que si lleváis a cabo algunas de estas medidas por mucho Uber que aparezca, tenéis el mercado más que ganado. Sobre todo si seguís apostando por las múltiples apps para móviles que actualmente existen.

La música de hoy corre a cargo de The War on Drugs, que en 2014 sacaron uno de los mejores discos del año. Como prueba este Red Eyes.

Zuckerberg se acojona

Mark Zuckerberg.
Mark Zuckerberg.

Una pasta gansa es lo que acaba de soltar uno de los creadores de Facebook, Mark Zuckerberg, en comprar Whatsapp. El montante total puede ascender hasta alcanzar los casi 19.000 millones de dólares. Cuando un patio de porteras como es Facebook desembolsa semejante cantidad de ceros por, recordémoslo, una simple aplicación, quiere decir dos cosas: O nos encontramos ante un temerario o ante un tipo que está acojonado. Me inclino por esta segunda opción.

Zuckerberg es un personaje que no es un gurú, ni un visionario, por mucho que algunos pretendan hacernos creer lo contrario. Le falta mucha categoría para llegar al nivel de Steve Jobs o de Bill Gates, por poner sólo algunos ejemplos. Más bien parece un niño caprichoso que, sí, ha tenido mucho éxito con una idea que no fue exclusivamente suya, y que en los últimos años parece estar en declive.

Porque Facebook sólo es un juguete. Y de los juguetes, al final, te acabas cansando. No es más que un entretenimiento barato que ha perdido su principal valor: la novedad. Una novedad que se inició en una era que ya ha muerto, la del PC, y que permitía conocer qué era de  aquel exnovio que tuviste en tu adolescencia, qué fue de esa amiga íntima de la infancia o en qué ha acabado la vida del niño repollo con el que tenías que compartir pupitre.

El mundo tecnológico siempre ha sido cambiante, pero en los últimos años, esos cambios se producen de una forma cada vez más rápida y acelerada y la realidad es que ahora todo pasa por el mundo móvil y lo que queremos es información breve, concisa y al instante. Y en eso Facebook no es ágil, porque la gente ha pasado de compartir sus cosas allí a hacerlo en los grupos de Whatsapp y porque prefiere lanzar emojis en lugar de darle al “me gusta”.

Por eso, y como han puesto de manifiesto numerosos estudios, empieza a no interesar. Sobre todo a las nuevas generaciones de jóvenes. Porque al final, acabas cansado de los gustos de ese amigo tuyo que nunca lo fue y que se encuentran en las antípodas de los tuyos y porque estás hasta las narices de las cosas que comparte la maruja de tu vecina. Y al final, poco a poco, vas abandonando al niñato de Zuckerberg.

Es aquí donde al pseudo gurú le entra el pánico (y se acojona). Y como no quiere que esa tremenda base de datos que maneja a su antojo se le reduzca, hace como algunos de los usuarios de twitter: comprar seguidores. Y comprarlos al precio que sea: Primero fue Instagram y ahora lo hace con Whatsapp, una empresa con más de 400 millones de usuarios en todo el mundo que pasamos a engrosar las bases de datos del niñato de White Plains.

Conviene recordar algunas claves del éxito de Whatsapp: Sus creadores se han cansado de repetir que no venden publicidad (y por eso cobran ese simbólico euro por poder utilizar la app) y que no quieren convertirse en una red social. ¿Qué sucederá a partir de ahora? Pues, en mi caso, que no estoy ni voy a estar en Facebook, voy a empezar a probar otros servicios de mensajería como Telegram que de momento ya me acabo de instalar. Cuando la mayoría de mis colegas y familiares (salvo aquellos que tienen un iphone de primera generación y no quieren cambiarlo a pesar de que no se puedan instalar determinadas apps) se encuentren allí o en cualquier otro como Line, mi relación con Whatsapp habrá finalizado. Porque si sigo haciéndolo, lo más probable es que Zuckerberg me acabe por vender todo tipo de publicidad o lo que es peor, decida en un momento dado, que yo, como usuario de Whatsapp, tenga que aceptar un acuerdo de utilización similar al que hay en Facebook: “nos concedes una licencia no exclusiva, transferible, con derechos de sublicencia, libre de derechos de autor, aplicable globalmente, para utilizar cualquier contenido de PI que publiques en Whatsapp o en conexión con Whatsapp (en adelante, «licencia de PI»)”.  Porque Zuckerberg, poco a poco, se está convirtiendo en Sauron y sólo le falta añadir aquello de «una red para gobernarlos a todos». Pues lo siento: no me da la gana.

Ahora bien. Me va a gustar ver la reacción de todos aquellos que se quejaban de que tenían que pagar ¡un euro al año! cuando el amigo Zuckerberg les empiece a lanzar mensajes personalizados y publicitarios a través del Whatsapp. Claro que si ese euro lo deja de cobrar, estoy seguro de que al personal le va a dar igual compartir tu intimidad con el maldito Zuckerberg.

El vídeo musical de hoy corre a cargo de Kasabian, una banda indie británica aparecida en la pasada década que bebe de la influencia de grupos del denominado sonido Manchester como The Stone Roses.

Menos set de costura y más WiFi

¿Por qué cuesta tanto tener WiFi aceptable en un hotel?
¿Por qué cuesta tanto tener WiFi aceptable en un hotel?

Durante los últimos días he asistido al VMworld que se ha estado celebrando en Barcelona. No voy a hablar aquí de lo que ha dejado el evento en cuestión, pues eso ya lo he escrito para BYTE TI, pero sí de uno de los detalles que me llaman la atención cada vez que salgo de viaje y que nunca he mencionado.

Normalmente, a los periodistas nos alojan en hoteles que la inmensa mayoría de nosotros no pagaríamos si fuéramos de vacaciones o a pasar un fin de semana de ocio y relax. Por ejemplo, en este caso, el hotel es un conocido cinco estrellas superior de la ciudad condal. La categoría mínima de los hoteles a los que vamos es de cuatro estrellas y es de ellos sobre lo que voy a hablaros hoy. Concretamente de su equipamiento, tanto tecnológico como de otras fruslerías que te encuentras una vez que pasas el umbral de la puerta de la habitación.

Cuando uno llega a uno de estos alojamientos, lo hace con dos intenciones: descansar y encontrar facilidades para desarrollar su trabajo. La primera se logra con creces, sólo faltaría, pero en el segundo de los casos, a veces, he encontrado mayores facilidades en un hotel medio que en uno de estos denominados de lujo.

El primer problema y el más complicado de solucionar es el del WiFi. Vamos a ver, si estás pidiendo 300 euros por noche, lo normal es que el WiFi me lo ofrezcas incluido en ese precio. Si un McDonald’s lo ofrece por tomarte una cheeseburger, el del kiosco de prensa te lo da también sin ni siquiera tener que comprarle el periódico y el autobús de la empresa municipal te lo regala para hacerte más placentero el trayecto al trabajo, ¿por qué una buena parte de estos hoteles te lo cobran como un extra y al módico precio de 20 euros por día? Vale, estamos de acuerdo. Eres un hotel con clase y distinción. Eres glamouroso y en la entrada principal tienes siempre atasco de Porsches y Lamborghinis. Por supuesto, estás en tu derecho de clavar cinco euros por un mini-envase de Pringles, aunque sean las mismas que vende el chino de abajo, pero hombre lo del WiFi ya no es como hace una década, que te permitía venderlo como un extra y como algo que te diferenciaba de la competencia. Ahora no. Cobrar por una cobertura wifi ya no te reporta clientes. Muy al contrario, te los quita.

Pero no acaba aquí la historia. En la mayoría de los casos la conexión va a pedales. ¡Coño! ¡Ya que me cobras, por lo menos intenta que la conexión funcione en condiciones decentes! Pero es que, aunque lo ofrezcas de forma gratuita y lo incluyas dentro del precio de la habitación, también deberías hacer que el WiFi fuera de una calidad, al menos, aceptable. Claro, encima engañas al cliente y si uno de tus huéspedes te reclama la nula cobertura normalmente se soluciona con un: “No se preocupe señor, ya hemos avisado a los técnicos y van a resolver el problema”. Ah, en ese caso ya me quedo mucho más tranquilo, sólo que es en ese instante cuando empiezas a ver la imagen del técnico de marras y te imaginas a un señor, Ducados en boca, que lo único que hará será encender y apagar el router y obviamente… ¡el WiFi sigue sin funcionar!

He estado en hostales y hoteles modestos y la cobertura inalámbrica funcionaba como un rayo, así que muy posiblemente preferiré que me pongas una conexión buena a que me encuentre entre las “amenities” un mini set de costura con aguja y diferentes tipos de hilos y botones, que muy posiblemente nunca utilizaré durante mi estancia.

Otro de los problemas habituales que uno se encuentra es el de los enchufes. En muchos casos, no hay ninguno libre y como lo que prima es el diseño de la habitación están escondidos. En realidad tiene su lógica: si tú no encuentras el enchufe, llegará un momento en que no podrás disfrutar de la mierda WiFi que te ofrecen. Pero yo soy muy intenso y si no lo encuentro me dedico a indagar dónde acaba el cable eléctrico de la lámpara para poder conectar el cargador de mi smartphone o el del portátil. Porque sí, en muchas habitaciones sólo te encontrarás a primera vista un enchufe: el del baño, pero con un cartelón enorme encima de él en el que te advierte de que sólo puedes usarlo para conectar una maquinilla de afeitar, así que ni se te ocurra enganchar el cable de tu tableta porque lo más lógico es que pueda estallarte en la cara.

Eso sí, igual que los enchufes brillan por su ausencia (o por estar más escondidos que el dinero de Urdangarín) teléfonos hay unos cuantos. Concretamente en este último hotel había ni más ni menos que cuatro: Dos en las mesillas de noche, otro en el escritorio y otro más en el baño, pegadito al retrete. ¿Para qué? ¿Acaso si tengo un apretón me van a entrar unas ganas locas de empezar a llamar a través del teléfono? ¿No sabéis que muchos usuarios se llevan el móvil mientras están en el baño? De verdad que no entiendo por qué a nadie se le ha ocurrido pensar que cuatro teléfonos en una habitación son innecesarios. Sin embargo, se agradecería que pudieras tener unos altavoces para poder conectar el smartphone y escuchar la música que llevas en él. Vamos a aceptar que tener un WiFi en condiciones es compilcado pero ¿tanto cuesta poner una regleta de enchufes en el escritorio?

Finalmente entramos en el apartado de televisión. Normalmente son aparatos gigantes, con el volumen “capado” no sea que te vaya a dar por poner el Surround a todo trapo y molestes al de la habitación contigua. Mal, eso está muy mal: deberías tener una insonorización decente. Esto se consigue con unos tabiques más robustos. Pero, no obstante ese no es el mayor problema: te has dejado una pasta en poner una Smart TV en todas las habitaciones y ¡la colocas en una esquina, alejada de la cama de tal forma que el huésped tenga que hacer verdaderos ejercicios de contorsionismo para poder ver la tele!

Podía seguir con más cosas como esas duchas en las que el agua no llega con presión, o esa manía de tener puesto el aire acondicionado a todo trapo de tal forma que uno parece que entra en el Polo en vez de en una habitación de hotel. O la que a mi me parece más curiosa y que se encuentra en hoteles de todo tipo de categoría: ¿alguien se pone los zapatos con calzador o soy yo el único raro que se compra los zapatos de su número y por ello no le doy uso?

Así que dado que hablamos de hoteles había pensado en dejar un vídeo de Iggy Pop, el de su tema, The Passenger, pero he preferido elegir este otro, con mucho más ritmo y cuya música fue tan bien aprovechada en el inicio de la película Trainspotting y que lleva por título Lust for Life.

Apple no es Ryanair

Los nuevos iPhones supuestamente "low cost".
Los nuevos iPhones supuestamente «low cost».

Como es habitual cada vez que Apple presenta alguno de sus nuevos productos, el mundo tecnológico entra en éxtasis. En realidad, el clímax sólo se produce cuando se habla del iPhone en donde los medios, los blogs o las redes sociales se lanzan al sexo desenfrenado. La bacanal se transforma en mero sexo con protección si lo que la compañía de Cupertino presenta son, por ejemplo, unos nuevos iMac. Pero no ha sido el caso. La expectación ante el lanzamiento de los nuevos iPhone ya era brutal y como siempre los rumores sobre las características de los nuevos terminales empiezan a gestarse prácticamente desde que se presenta el modelo anterior (ahora mismo ya se empieza a comentar lo que traerá consigo el posible iPhone 6).

Uno nunca ha sido fanático de los dispositivos de Apple, salvo del primer iPhone que sí me sorprendió. El último modelo, el iPhone 5, no me pareció ninguna maravilla. De hecho son varios los modelos de smartphone que superaban al de Apple. Sin llegar a lo que supuso la aparición del primer iPhone, el nuevo 5S, sí que me parece que aporta cosas interesantes, sobre todo lo que se refiere al lector de huella dactilar, con lo que sólo el dueño del teléfono podrá tener acceso al mismo y permitirá, entre otras cosas poder realizar pagos de forma segura. Claro, les presentas esto a los iphoneros y a ninguno se le ocurre preguntarse cuáles son las desventajas de esta tecnología. Nos han comido tanto el tarro con el tema de la seguridad que no caemos en otras comsecuencias. Así, todo el mundo es felicísimo colgando fotos en el Facebook o dando rienda suelta a todo tipo de pensamiento que sólo compartiría en la calle con sus amistades más íntimas. Por ese motivo muy poca gente se habrá preguntado a dónde van esos registros de tu huella dactilar. Dado que vivimos en un permamente Gran Hermano y teniendo en cuenta que la NSA, la Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU., ha afirmado que puede obtener la información que quiera de cualquier smartphone, esa innovación del iPhone (que por cierto ya probaron antes otros fabricantes como Toshiba) ya me gusta menos.

Cuando presentaron el iPhone 5 los locos de la marca de la manzana mordida ya se apresuraron a pregonar todo tipo de alabanzas sobre el mismo. Todos los demás teléfonos del mercado eran bazofia. Y fueron a la velocidad de la luz a comprar el cargador de coche porque a Apple le dio por cambiar el antiguo conector (no, en Apple son incapaces de poner un puerto micro USB, porque son así de modernos). Y todos contentos con su nuevo modelito. Y todos ellos… ¡se han quedado obsoletos porque Apple ha decidido que descataloga el iPhone 5 aunque siga vendiendo el iPhone 4S! Así que a todos los que os habéis comprometido con vuestra operadora por dos años o hayáis pagado la pasta que os pedían por él, Apple considera que sois tan caducos como aquellos que tengan el iPhone original o el 3GS, con la diferencia de que éstos últimos ya han amortizado su terminal.

Otra cosa sorprendente es el otro terminal que también presentaron el pasado miércoles. El denominado iPhone “low cost”, que se comercializará con el nombre de iPhone 5C. La C quiere decir caro, porque para ser de bajo coste el que lo quiera comprar liberado tendrá que desembolsar la simbólica cantidad de 549 dólares. Eso sí los materiales con los que está fabricado este modelo sí son más baratos. Por ejemplo, está hecho de plástico, lo que abarata el terminal. Sí, sí, Apple ha cedido a las bondades del plástico a pesar de que durante años ha estado poniendo a caldo a todos los fabricantes por incorporar este material en sus terminales. Ellos siempre han sido más selectos y exclusivos y nunca trabajarían con ese elemento tan ramplón. Claro que, para intentar convencer al personal, en Apple dicen que no, que su iPhone “barato” está hecho de policarbonato. Vamos, lo que viene a ser un tipo de plástico.

De todas formas, me sorprende la indignación en cuanto al precio del teléfono de marras. ¿Qué os creíais, que Apple iba a sacar un smartphone al módico precio de 100 euros? Nunca ha estado en la política de la empresa creada por Steve Jobs presentar productos económicos. Apple no es Ryanair. Los reyes del glamour no se pueden relacionar con la chusma. Sus productos son para gente selecta y si la plebe lleva un iPhone en el bolsillo es porque han pedido un crédito o han contraído matrimonio indisoluble con su operadora de telefonía. Lo siento, pero Ferrari nunca sacaría un coche de 20.000 euros ni al propietario de un terreno en la urbanización La Finca se le ocurriría construir un conjunto de adosados. Es algo a lo que deberíamos acostumbrarnos. Si quieres un iPhone, lo tienes que pagar aunque te decantes por el modelo “low cost” y si no puedes tienes dos opciones:  te endeudas o te compras cualquiera de los que venden a 150 euros que total para chequear el WhatsApp o jugar al Candy Crush te es más que suficiente.

La crisis no está haciendo que nos acostumbremos a querer sólo lo necesario, sino que siempre queremos más. Siempre tendemos a crearnos necesidades aunque no podamos permitírnoslas, aunque sea un iPhone de plasticorro. Así que la música de hoy acompaña perfectamente: Eddie Vedder, líder del grupo Pearl Jam y que compuso esta deliciosa canción, titulada “Society”, para la película “Into the wild”. La letra es un leñazo en toda regla a la sociedad de consumo.

El economista agorero vive en Matrix

Santiago Niño Becerra. Fuente de la imagen www.revistarambla.com
Santiago Niño Becerra. Fuente de la imagen http://www.revistarambla.com

Ayer por la tarde estuve en un evento en el que una de las principales empresas tecnológicas de este país,  Ibermática, celebraba su 40 aniversario.  Todo muy bien organizado, con una excelente puesta en escena y con interesantes aportaciones. Nada nuevo en esta compañía caracterizada por su buen hacer en el mundo de las TICs y con una cúpula directiva realmente cercana y siempre dispuesta a ayudar.

Uno de los apartados del evento era, cómo no, hablar de la crisis económica que asola a España.  Y ahí, claro está, aparecen los economistas y pseudo economistas que gracias a la crisis han hecho el agosto y de paso, mucha pasta. «La cosa» ha hecho que para ellos no exista la crisis. Nadan en la abundancia a costa de repetir el mismo discurso desde hace seis años. Se lo juro. De cada uno de ellos he asistido, al menos, a tres conferencias en los últimos años y en todas ellas dicen exactamente lo mismo. Se repiten cual bacalao al ajoarriero. Son como un vinilo rallado con la diferencia de que no puedes mover la aguja para que la canción siga sonando. Y son tres: el trío mediático de los economistas estrella. El trío calavera y agorero que, en el fondo, desean que la cosa llegue hasta el infinito y más allá para poder seguir viviendo a su costa. Son estos tres: Santiago Niño Becerra,  José María Gay de Liébana y Leopoldo Abadía.

En la charla-coloquio de Ibermática el representante de este elenco era Niño Becerra. Como en los otros dos casos tienen una cualidad innegable: saben comunicar y captan la atención de cualquier tipo de público. Como el speech que sueltan es el mismo allá por donde van se lo saben de memoria, así que el error en las disertaciones es prácticamente nulo. Eso sí, cada cual tiene un estilo y una perspectiva diferente.

Abadía es el prototipo del individuo normal, de la calle, el amigo del que sólo ha alcanzado a sacarse el graduado escolar y que soluciona cualquier mal económico con la receta del ama de casa. El producto se vende bien, todo el mundo le entiende. Publica sus libros ninja y todos le hacen la ola.

Los otros dos son catedráticos y saben mogollón. Son auténticos maestros de la economía pero entre Niño Becerra y Gay de Liébana hay dos diferencias. El segundo es más campechano y aunque su perorata está siempre llena de datos y cifras, sabe llegar a un público intermedio. Con frecuencia suelta chistes para que el público no desvíe su atención. Aunque suele ser un tipo con pronósticos negativos siempre deja un rayo de esperanza. Niño Becerra basa su éxito en ser el más agresivo de los tres y sobre todo en su pensamiento catastrofista. La primera vez que le ví, allá por el año 2009, auguró que la crisis no acabaría hasta 2020 y que el paro alcanzaría el 30%. Va camino de acertar. Es quizá ese pensamiento agorero el que le da un rotundo éxito y por ello es al que más veces he tenido que ver y escuchar. El colega está de moda. Su tema estrella es la deuda. En su discurso siempre aparece. La otra frase favorita es que nunca llegaremos a la alegría que teníamos a principios de este siglo. Evidentemente, tiene razón. Cualquiera con mínimos conocimientos de economía lo sabe. Pero lo que jode es que nunca ofrece ninguna solución a los problemas. Todo son malos augurios y punto. No hay luz al final del túnel, con lo que queda estupendamente bien. Si además adereza los vaticinios con puyas a la casta política el éxito está más que asegurado. Es entonces cuando el público sale admirado de la sala pensando que acaba de escuchar a un auténtico líder. Y sí es un maestro, pero del embrujo.

Si uno va a un médico y este le dice: “mire tiene un cáncer y esto es porque usted hace unos años ha fumado, también ha bebido demasiado y ha llevado una vida sedentaria. Si en vez de comer tanta carne roja hubiera comido más verdura y pollo a la plancha otro gallo le cantaría. ¿Sabe lo que le va a pasar? Pues que le va a doler mucho, que ese cáncer se irá extendiendo por todo el cuerpo y al final se morirá”. ¡Coño! Eso ya lo sabe el paciente. Lo que quiere es que le cures o al menos lo intentes. Por lo menos muestra alguna solución. No, todos estos economistas estrellas no aportan ninguna solución. Tan sólo dicen de dónde vienen los males y cómo esos males van a seguir durante mucho tiempo. ¡Se los dije!, les falta decir.

Pero claro, de vez en cuando tienen que ir introduciendo matices y novedades. Estos pueden ser las nuevas cifras de paro, el incremento de la deuda o lo de puta madre que vivíamos con sueldos de mierda. Y ahí, en ocasiones, llega la metedura de pata. La que toda persona que ha alcanzado la cima comete gracias a su creencia de que detrás de él, el caos. En la charla de ayer el señor Niño aseguró: “el paro no va a caer. Es más dentro de unos años sólo será necesario que trabaje el 5% de la población. El resto no sirve. ¿Conocen las impresoras 3D? Pues de aquí a unos pocos años los edificios, puentes y casas los harán impresoras 3D”. Con lo cual a tomar viento arquitectos, aparejadores, obreros, fontaneros, electricistas,…  Joder, el slogan de los bancos va a ser el de “hipotecas para que te compres una impresora”. La realidad es que la impresora 3D puede fabricar el edificio, pero no ensamblarlo. En realidad el procedimiento es como el de los puzles 3D ¿Se imagina el tamaño que necesita una impresora para construir el Empire State? No sólo eso ¿la impresora 3D pone las cañerías y las fuentes de alimentación? ¿Acaso mientras imprime, monta el baño y el dormitorio? Pues no. Puede imprimir los ladrillos, o los retretes o el tendedero… pero siempre hay que montarlo con lo que seguirá existiendo el arquitecto o el aparejador, sólo que tendrá que formarse en otras técnicas nuevas. Como dijo mi colega Adolfo Miranda, “lo mismo es que vivimos en Matrix y no nos hemos enterado”. Y sí, ahí se quedaron algunos de estos economistas.

La música corre hoy a cargo de The Lumineers un grupo norteamericano muy folkie que con un único disco ya han sido nominados a un par de Grammys (que no ganaron). Que lo disfrutéis

A Vodafone le mola el metro

Así será la imagen de la línea 2 a cambio de 3 millones de euros.
Así será la imagen de la línea 2 a cambio de 3 millones de euros.

Lo bueno de la crisis es que las ocurrencias están a la orden del día. El hambre agudiza el ingenio, que dice el refrán. Los políticos no sólo piensan en recortar, también en aumentar el dinero que hay en las arcas públicas. Claro que normalmente esas arcas se llenan a costa de la (poca) pasta que le queda al populacho y se hace mediante subidas de impuestos (que nunca se iban a producir) e incremento de tasas de todo tipo. Eso sí, como somos gilipollas nos dicen que es un “recargo temporal de solidaridad” si te suben el IRPF, un gravamen adicional si lo que aumenta es el IVA o movilidad exterior si lo que sucede es que te tienes que largar de tu país porque éste es incapaz de ofrecerte oportunidad alguna. Obviamente a ninguno de nosotros nos pagan en diferido una indemnización… es más a algunos ni les pagan la indemnización.

Así que al menos es de agradecer que el sector tecnológico tenga iniciativas para rellenar las arcas públicas para ver si las telas de araña se van eliminando. Porque sí, acciones de marketing como la que os voy a contar surgen por iniciativa del sector TIC. No vayáis a creer que algún político se ha estrujado los sesos para generar pasta fuera de los dogmas comunes de recortes y subidas de impuestos.

Hace un año fue Samsung a la que se le ocurrió la brillante idea de patrocinar la madrileña estación de metro de Sol. Durante un mes se llamó “Estación Sol Galaxy Note”. Ahora es Vodafone la que ha superado a la coreana y no sólo va a utilizar su nombre para patrocinar a la más emblemática de las paradas del suburbano madrileño, sino que toda la línea 2 (la roja) llevará el nombre de la operadora británica. La pasta que dejaron en su momento los coreanos y la que dejará Vodafone será gansa pero tú, ciudadano, estate tranquilo: no verás un miserable céntimo. Ese dinero no se invertirá en mejorar la red de Metro, ni tan siquiera servirá para frenar los despidos de unos cuantos trabajadores de Metro. Sabemos que tampoco se destinará a mejorar el sistema educativo de Madrid, ni a que la gente pueda tener a unos servicios sanitarios medianamente dignos. No, tampoco te arreglarán la acera de tu barrio, esa que lleva agujereada desde que tu abuela conoció a tu abuelo. Como mucho servirá para arreglar algún parquímetro estropeado. Paro la realidad es que no sabemos en qué se utilizará ese dinero, aunque sí nos lo podemos imaginar.

Yo soy favorable a este tipo de acciones de marketing: dan dinero a la ciudad (en este caso tres millones de euros) y por tanto, debería beneficiar a los ciudadanos mientras que a la marca anunciante le ofrece una pasarela sin parangón y estar en boca de todo el mundo durante un tiempo. El retorno de la inversión para el anunciante es rápido y el beneficio para la sociedad debería ser positivo. Nos podemos encontrar con los pedantes que no quieren que se produzcan esta serie de actuaciones. Pero ¿que harían todos los que se quejan de este tipo de acciones si sucediera que se le presenta un comercial en su casa y le dice?: “disculpe, soy de Vodafone y queremos que, a cambio de 6.000 euros, su piso en vez de ser el 3ºC pase a llamarse Vodafone 3ºC”. ¿Qué? ¿Cómo se te queda el cuerpo? ¿Eres tan chulito que le dices al tipo que no, que tú eres un tipo tradicional y que rechazas la pasta porque tu casa ha sido el 3ºC toda la vida? Creo que no. Coges la pasta como un campeón y si además logras no declararla a Hacienda mejor que mejor. Sí, los españoles somos así. Criticamos todo pero si nos afecta a nosotros entonces empezamos a ser más permisivos.

El caso es que visto que las estaciones de metro son un negocio publicitario empiezo a pensar qué pasaría si todas las líneas estuvieran patrocinadas. Obviamente tiene que ser por compañías tecnológicas que son a las que más puede rentar acciones como estas. No es plan que una línea de metro sea patrocinada por una marca de coches ni tampoco por una de motos, por mucho que sea una Harley Davidson o una Chopper. Así que nos podríamos encontrar con conversaciones como la que sigue:

–          Perdón joven, ¿sabe usted cómo puedo ir a la estación Campamento Microsoft?– pregunta una señora.

–          Sí, tiene que coger la línea Vodafone, hacer transbordo en Opera Firefox, ir a la línea verde Amena verbena y la última estación es Campamento Microsoft

Todas las estaciones son susceptibles de ser patrocinadas, aunque hay una que ya está ocupada de forma permanente: Atocha-Renfe. Hay algunas que son muy propicias para ser patrocinadas. Así, Panda Security podía patrocinar la estación Bambú. Empalme es la que le correspondería a Apple mientras que Lista no tendría que ser patrocinada por una empresa, sino por la presidenta de Microsoft España. Pavones sería la estación para Google, por cómo anda presumiendo de unos años a esta parte y Artilleros es la apropiada para Oracle dada la afición de Larry Ellison a disparar improperios ante cualquier pregunta sobre su competencia.

Lo de las líneas es más fácil. La verde para Amena (verbena), la azul para Mosvistar, la gris para Microsoft, que cada vez tiene menos color… El problema viene con la línea 4. ¿Quién quiere comerse el marrón? En este caso yo no apostaría por patrocinar esta línea pues todo el mundo la vería como una empresa de mierda… aunque haberlas, haylas.

La música de hoy la pone Cat Power una de las vocalistas y compositoras aparecidas de la escena indie en la década de los noventa. No tiene un estilo muy definido pues durante su carrera ha explorado diferentes géneros musicales. El tema Ruin de este vídeo es muy apropiado para los tiempos que corren.