BYOD: Margarita quiere llevar su iPad a la oficina

Tráete tu smartphone,colega. Fuente de la imagen: http://taitcoles.wordpress.com
Tráete tu smartphone,colega. Fuente de la imagen: http://taitcoles.wordpress.com

Hace unas semanas hablaba sobre la insistencia que tenemos en poner siglas casi a cualquier tecnología,  cargo o solución.  Si existe una sigla que esté realmente de moda en esto de las tecnologías esa es BYOD.  Yo no sé a quién se le ocurrió el palabro porque feo, lo que se dice feo, es un rato.  El conjunto de letras significa Bring Your Own Device o lo que traducido al cristiano viene a ser Tráete Tu Propio Dispositivo. ¿Dónde quieren que traigas tu dispositivo?  ¿A qué dispositivo se refieren?  ¿Tal vez al mando de tu coche?  ¿Quizá a tu podómetro? No. Se trata de tu portátil,  smartphone o tablet y, lógicamente, quieren que te lo lleves a la oficina.

¿Qué fue primero?  ¿La gallina o el huevo? Pues con esto del BYOD ocurre lo mismo.  No se sabe quién fue primero,  si los usuarios que se llevaban sus dispositivos a las oficinas,  motu propio,  y accedían a aplicaciones de la empresa porque se negaban a prescindir de su smartphone o si fueron las empresas que vieron un chollo en eso de no tener que adquirir hardware adicional para sus trabajadores.  Algo de ambas cosas hay, aunque es cierto que esa cosa llamada consumerización y por la que son los usuarios los que ahora marcan las tendencias del mundo tecnológico, incluso en la empresa, es en buena parte responsable del éxito de la horrenda sigla.

Desde hace varios años, son muchos los trabajadores que se han llevado el portátil de la empresa a sus casas.  Sin embargo,  hubo un momento en que al señor Medina le dio por llevar su iPhone a la empresa y vió que le molaba más acceder al correo de la empresa desde él que desde la Blackberry. Y Margarita, siempre atenta y envidiosa de los aparatos que traían sus compañeros descubrió que era mucho más interesante gestionar su cartera de clientes desde su iPad personal, ya que además le permitía enseñar las fotos del último crucero que se había marcado con su amante Antonio, el macizorro administrativo de contabilidad, que a su vez utilizaba su portátil para leer el Marca mientras estaba en el aseo.

Y es que ahora los empleados se siguen llevando el portátil de la empresa a casa pero a la oficina van además con su set completo y personal de terminales móviles.  ¿Y qué ocurrió?  Pues que los directivos de las empresas vieron caer del cielo una pasta gansa en forma de ahorro.  Y además los empleados estaban encantados con poder utilizar su smartphone.  En realidad estaban un poco hartos de esa BlackBerry infernal que les proporcionaba la empresa.  Una vez que se acostumbraron al iPhone, al Samsung o al iPad, no querían cambiar y por supuesto la empresa no quería hacer un brutal desembolso en forma de nuevos equipos.

Esta situación no sólo afectaba a los curritos.  Los jefazos tampoco querían su añeja BlackBerry ni su portátil con procesador Intel Centrino. Ellos, además de trabajar, también querían ver vídeos de YouTube o las fotos de sus vacaciones mientras estaban tumbados en el sofá sin necesidad de tener que cambiar de máquina cada vez que estaban en modo trabajo o en modo ocio. Y BYOD era un chollo: ahorraba costes, incrementaba la productividad pues todos, curritos de a pié y jefazos, unidos de la mano por una vez,  estaban en conexión permanente.  Daba igual que estuvieran en la cama o en el baño: el jefe podía contactar con el empleado en cualquier momento y el trabajador se podía conectar al ERP de la empresa a la vez que se untaba de aceite y tomate la tostada matutina.

Pero hete aquí que el chollo puede que no fuera tanto. ¿Qué sucedía con ese empleado irresponsable que perdía móviles a troche y moche como si fuera un diputado del congreso? ¿Qué ocurre con el directivo mamón que sabe demasiadas cosas de la compañía y todas ellas las lleva en un dispositivo que apenas pesa 135 gramos? ¿Y esa manía de compartir archivos a través del DropBox, por no mencionar los agujeros de seguridad de los whatsapp?

Pues simplemente ha sucedido lo que tenía que ocurrir. Que en una gran empresa el ingeniero de sistemas se ha convertido en un paranoico con un parecido cada vez más razonable al profesor Bacterio. Y los empleados, concretamente sus malditos móviles y iPads, son los Mortadelo y Filemón a los que se enfrenta a diario. Al tipo le va a estallar la cabeza. No sabe cómo gestionar tanto dispositivo, con diferentes sistemas operativos ni tantos usuarios. Porque no: el rollo de la consumerización lo único que ha hecho es que se prescinda de la antigualla que ofrecía la empresa como dispositivo corporativo pero todos ellos llevan su móvil, su tableta y su portátil al trabajo. Y lo peor es que los fabricantes no paran de sacar nuevos artefactos y ahora también hablan de tabletófonos (o phablets) como si realmente los fabricantes quisieran convertir a los empleados en el super agente 86, con sus mismas torpezas intrínsecas.

Lo que empezó como un importante ahorro de costes se está convirtiendo en un quebradero de cabeza y lo que la empresa dejó de gastar en móviles de última generación se lo está puliendo ahora en implementar medidas de seguridad para que ningún dato vaya más allá de donde tiene que ir. No sólo eso: también se gasta un dineral en hacer que las aplicaciones puedan correr en distintos entornos, por mucho que los programadores aseguren que la nube tiene muchas soluciones. En la nube hay también rayos y relámpagos, así que de vez en cuando también conviene tenerlos en cuenta.

La música de hoy la pone un grupo nuevo que acaba de sacar su primer EP al mercado. Son españoles, cantan en inglés y se hacen llamar The Good Old Days en un claro homenaje a The Libertines. Las reminiscencias suenan a Lou Reed o a los Stones, aunque la canción que acompaña este texto dibuja un claro parecido a REM en su álbum Monster.

Los ladrones no quieren Microsoft

Este blog nació con un post en el que afirmaba que Silicon Valley no era más que un polígono como cualquier otro. Le añades el marketing perfecto de los norteamericanos y el rollo de los hippies creando empresas de tecnología y parece que estás en un paraíso y eso no es así. Aseguraba además que era un lugar cutre. Pero es que además es surrealista.

Aunque la sede central de Microsoft no se encuentra en Silicon Valley sino en Redmond, en el estado de Washington, tiene un centro de I+D en el polígono. Y es aquí donde ha ocurrido un hecho sorprendente: la última semana de diciembre entraron a robar en las oficinas que la compañía tiene en este lugar de California, según ha informado el diario local Palo Alto Daily Post.

Artículo del Palo Alto Daily Post en el que se informa del robo.
Artículo del Palo Alto Daily Post en el que se informa del robo.

Lo curioso del caso es que los cacos sólo se llevaron cinco equipos valorados en 3.000 dólares… ¡equipos de la marca Apple! Cuando los trabajadores de Microsoft se dieron cuenta de las sustracciones vieron que no había desaparecido ni una sola máquina con tecnología de la empresa creada por Bill Gates. A los ladrones no les interesaron ni sus tabletas, ni sus Windows Phone ni sus ultrabooks. Sólo querían iPads y eso fue lo que choricearon.

La cuestión es, ¿para qué quieren en el centro de investigación y desarrollo de Microsoft los iPads? Se me ocurren dos cosas. O bien que sus trabajadores desarrollan para MS, pero sus productos les parecen una castaña y para su trabajo prefieren Apple o lo que sería más grave, aunque menos sorprendente, para copiar lo que hace su competencia. ¡Pues valiente mierda de centro de I+D! Venga, pase que en los principios de Microsoft tuvieras que copiar a Apple para tener éxito con Windows, pero, a estas alturas de la vida y con la pasta que tienen, ¿todavía sigues copiando y te llevas los propios equipos de la competencia al centro de desarrollo? Según publica The Guardian, los iPads fueron robados de unas dependencias en las que se desarrollaba nuevo software para productos de Apple. Claro, y los ladrones sabían perfectamente donde estaban esas dependencias y fueron directamente a ellas. De hecho me lo estoy imaginando: en la puerta de entrada a esa sala hay un cartel bien grande que reza: “Aquí desarrollamos para Apple y sólo trabajamos con iPads. No se admiten productos Microsoft detrás de esta puerta”.

De todas formas es que los hurtos están a la orden del día en cualquier parte del mundo, pero ¿qué es lo que ha fallado para que unos chungos de poca monta hayan entrado en el edificio de Microsoft? Es de suponer que una empresa tecnológica puntera (al menos hasta hace unos pocos años) tenga unas medidas de seguridad apropiadas para impedir que entre cualquier chorizo. Pues parece que no. Además tal y como se asegura en el periódico, en Microsoft no saben a ciencia cierta cuándo se produjo el robo y creen que tuvo que ser entre el 19 y el 26 de diciembre del pasado año. Pero, ¿qué sucede en Microsoft? ¿Cuánta gente trabaja allí? ¿Acaso están todo el día de farra y necesitan de una semana entera para darse cuenta de que les han mangado? Claro, con este nivel, no me extraña que el CEO de Nokia esté pensando en dejar Windows Phone para pasarse a Android (por cierto, estupenda entrevista de Manuel Ángel Méndez). El colega debe estar temblando por lo que pueda suceder con las patentes de su empresa. Si en Microsoft entran, roban y ni Dios se da cuenta es que falla algo.

Me inclino a pensar que ese día el personal de seguridad consistía en un par de seguratas que, por supuesto debían estar viendo algún partido de la NBA, sentados en sus sillas y los pies en la mesa mientras se tomaban unas Budweiser. En definitiva, los de seguridad estaban colgados, de la misma forma que lo está Windows en tu ordenador. Algo tenían que aprender del sistema operativo, digo yo

El robo ya está hecho así que ahora en Microsoft deberán tomar medidas de seguridad. Claro que van a tener un problema puesto que lo mismo es que están tan centrados en la protección de sus diferentes herramientas que se les ha olvidado cómo se hace eso de la seguridad física. Así que lo más probable es que a partir de ahora cuando los empleados vayan a trabajar se les aplique los conocidos parches de seguridad de Windows, sólo que en la vida real:

–          Perdone, -le dice el segurata al empleado que atraviesa la entrada– ¿me enseña su identificación?

–          Sí, aquí la tiene –responde el trabajador-

–          Lo siento, pero no vale. No tiene instalados los últimos parches de seguridad en su polo (recordad: en Silicon Valley trabajan en “T-Shirt & Jeans”). Pase por aquella sala en la que la modista coserá a mano y con hilo acrílico de última generación las nuevas funcionalidades.

Tres horas después el empleado ve como en su camiseta han zurcido unas etiquetas especiales que le permiten el acceso a la sede.

Cuando el problema para él parece haber acabado, vuelve a surgir en el momento de la salida. Justo en ese preciso instante en el que uno más desea largarse de la oficina para instalarse en el sillón de su casa.

–          Disculpe, -le frena el de seguridad- pero no puede salir del recinto.

–          Anda, ¿y eso? –pregunta incrédulo-

–          Desde que acontecieron los robos del iPad hemos establecido nuevas medidas de seguridad y estoy viendo que usted no está actualizado correctamente.

Así que cuando el tipo creía que se iba a poder ir a su hogar, resulta que le meten en una sala a darle un curso acelerado sobre lo que se debe y no se debe llevar a la oficina, el tipo de ropa, la nueva forma de dirigirse a los clientes y un largo etcétera que le retienen otras tres horas. Transcurrido ese tiempo, ya está actualizado. El individuo cree que con los parches y las actualizaciones ya está todo resuelto, pero será a partir de la semana siguiente cuando se dé cuenta de que en Microsoft son muy pesados y los parches y las actualizaciones son una constante real y no virtual cada semana. Algunas veces sufrirá acosos de este tipo varias veces al día. En otro momento alguien le dirá: “se está quedando sin espacio en sus cajones, ¿desea que alguien le aconseje que eliminar?” Pero el problema de verdad vendrá cuando alguien le venga con una pantalla azul. En ese momento, el empleado se echará a temblar.

Tal vez por motivos como estos en Microsoft tenían equipos de Apple en las oficinas: porque los de Apple son unos obsesos del diseño, pero no putean al usuario constantemente con actualizaciones ni mandangas.

Musicalmente, la noticia de la semana se encuentra en que David Bowie, después de diez años, ha anunciado que sacará un nuevo disco en el mes de marzo. El adelanto es este tema que para mi gusto no es de lo mejor del cantante británico y creador del Glam Rock. Así que prefiero muchas otras canciones suyas, pero hoy me decanto por “Modern Love”.

Los del Congreso ya no quieren iPads

No deja de sorprenderme cómo los políticos viven en la nube. Resulta que todo el sector TIC lleva años hablando del cloud computing y la verdadera nube se encuentra en la Carrera de San Jerónimo de Madrid. Esa casta de políticos que sólo se une para criticar a un juez que les habla de la “decadencia de la clase política” hacen todo por el bien del ciudadano de a pie, del currito y del parado. Y para hacer su tarea necesitan la última tecnología.

Por ese motivo se pusieron de acuerdo en la anterior legislatura para gozar de las bondades de un iPad y de un iPhone. Se ve que los pobres iban con un Alcatel One Touch de principios de siglo y con un portátil con un procesador Centrino. Así que el anterior presidente del Congreso, el señor José Bono, debió convocar a los portavoces para comentarles: “Loj diputadoj no pueden andar con baratijas semejantes para hacer sus labores. Pónganse de acuerdo sobre el modelo de teléfono y de portátil que quieren”.

La cosa es de chiste. Para solucionar problemas de los ciudadanos, la prisa no existe. Para ver el modelo de Smartphone que necesitan, el tiempo pasa raudo y veloz. “Queremos un iPhone” debió decir Llamazares. “Y yo no quiero un portátil -debió añadir la moderna Rosa Díez- para ser guay necesito un iPad” Y Soraya, toda una artista del “copy-paste”, afirmó: “Nada, nada, me meto en la web de Apple me copio las características y las metemos en el pliego de condiciones que debe haber en el próximo concurso del servicio telecomunicaciones del Congreso”. Y así se lo guisaron. De tal forma que no podía entrar en ese concurso ni un móvil Samsung, ni un HTC, ni un Nokia. ¡Sólo valía el iPhone y así lo redactaron en las condiciones: “un smartphone con la tecnología más moderna, tipo iPhone o similar!”. Lo mismo ocurría con el iPad.

Pasadas las elecciones cada diputado recibió su iPhone y su iPad. Lo cierto es que no les veo yo a muchos de ellos incrementando la productividad gracias a sus dispositivos. Más bien me inclino a pensar a que Soraya PP le envía vídeos por Whatsapp a la otra Soraya y que Duran i Lleida se aprovecha de la WiFi del Congreso en su habitación de luxe del Hotel Palace para hablar gracias al Viber.

Pero nuestros políticos siempre están a la última y andan pensando en rizar el rizo. Así que ahora nos hemos enterado de que en menos de un año, treinta de sus señorías han perdido o les han robado su iPhone/iPad. Imaginaos la escena, en la que aparecen dos diputados:

– “Oye es que ando todo preocupado porque he perdido el iPad”, dice el primero

– “No te preocupes, vas a Jesús Posada (el presidente del Congreso), se lo cuentas y él te da otro por la cara. A mi me ocurrió hace un par de semanas. Pero si se pone burro, en vez de decirle que lo has perdido, te vas a comisaria, dices que te lo han robado, pones la denuncia y santas pascuas”.

Y es que claro, perder el iPad es como extraviar el DNI. Yo de hecho, que tengo muy mala cabeza, pierdo un iPad cada quince días. Como es algo muy pequeño, no se dónde lo pongo y luego me cuesta encontrarlo. Me cuesta tanto que de hecho no lo encuentro. Claro, que yo no tengo la facilidad del político para conseguir iPads por la gorra y me lo tengo que costear de mi propio bolsillo.

Lo que entiendo más es lo del iPhone. De hecho ya comprendo porque Apple ha sacado el nuevo teléfono más largo. Lo ha hecho pensando en esos despistados, como nuestras señorías, que van por la vida extraviando smartphones. Y es que claro, uno va en el metro o en el autobús y una de las cosas más normales es que en un despiste te manguen el teléfono. ¡Ay calla no, que ellos van en coche oficial! Va a ser que se lo roban esos que se empeñan en lavarte el parabrisas en los semáforos.

En fin, que por mucho que quieran disfrazarlo, la realidad es que un 10% de sus señorías no tienen el iPhone o el iPad que les regalaron hace menos de un año y nosotros nos tenemos que creer que se lo han robado o lo han perdido. A lo mejor es que ahora prefieren un ultrabook o un Samsung Galaxy SIII y es un modo de hacer presión para que les quiten ese terminal anticuado en el que se ha convertido el iPhone 4.

La realidad es que nuestros políticos hace mucho tiempo que deberían haberse bajado de su particular Cloud Computing, porque cuando lleguen a la tierra se van a encontrar con una auténtica revolución.

En estos momentos me acabo de enterar de una iniciativa aparecida en la Web, para que los políticos del Congreso no vuelvan a perder su iPad.  El título no tiene desperdicio: Apadrina un Congresista torpe