Elecciones: no llames al ladrón para que vuelva a entrar en tu casa

Papeletas electorales
Papeletas electorales

Este próximo domingo se celebran Elecciones Generales y toca elegir al partido que se haga cargo de los destinos del país durante los próximos cuatro años. Uno de los retos que se deberían afrontar es el cambio de modelo productivo, algo en lo que hacen hincapié la totalidad de las formaciones que se presentan a las elecciones.

Para poder realizar ese cambio es necesario potenciar la I+D+i pero eso es algo que no se puede lograr en cuatro años. Se trata de un proyecto a largo plazo y que comienza por la reforma radical del sistema educativo. Una reforma que no se debería centrar en si se pone la religión como materia educativa obligatoria o si hay que aniquilar la escuela concertada. Una reforma que no ponga el foco en que todos los alumnos tengan que alcanzar la Universidad. Sí, sobran universitarios y faltan especialistas. Especialistas que no encontramos porque les obligamos (y becamos aunque no tengan las capacidades ni el interés en estudiar una carrera) a asistir a la Universidad. Sin este cambio, podremos seguir hablando de parecernos a Dinamarca durante siglos y continuaremos siendo un país al que le pillan todas las crisis en pañales.

Todos los partidos llevan propuestas de reforma de la educación y de especialización del profesorado. Incluido el Partido Popular que acaba de aprobar la enésima Ley de Reforma de la Educación hace pocos meses. Una Ley que, evidentemente, no vale.

El papel de la tecnología

Dentro de una reforma educativa y en pleno siglo XXI, la tecnología debería ser uno de los principales elementos a tener en cuenta. El alumnado de hoy maneja cualquier dispositivo tecnológico mejor que la inmensa mayoría de los adultos. Los cursos y talleres de robótica y programación (que no se incluyen como asignatura en toda la Educación Primaria) viven días de gloria a precios desorbitados que la gran mayoría de las familias no se pueden pagar. Una buena parte de las profesiones en las que podrán trabajar tus hijos en la próxima década no existe actualmente. Pero todos tenemos claro que esas nuevas profesiones pasan por la tecnología.

Somos un país con exceso de psicólogos y licenciados en derecho. Faltan informáticos e ingenieros. Y todavía nadie se ha puesto a la labor de cambiar esto.

Me he leído desde el principio hasta el final los programas de los cuatro principales aspirantes a la Presidencia del Gobierno. Sólo uno hace de la tecnología el leitmotiv del mismo: es el del PSOE. De hecho, su programa comienza y se basa en “la España del Conocimiento”. Desde la primera página se apuesta por la innovación y la educación como elemento para el desarrollo definitivo del país. La música suena bien pero… El PSOE gobernó hasta hace bien poco este país y ni desarrollo tecnológico ni cambio de paradigma en el sistema educativo. La obsesión del ministro Sebastián fue la dar subvenciones para la compra de coches de la misma forma que el ministro Soria se ha dedicado a la promoción turística de Canarias, sin pasar por la casilla tecnológica . Es decir: nada de nada.

Mientras tanto los pocos ingenieros, informáticos, programadores, etc que salen de nuestras universidades huyen del país ante la oferta de sueldos y perspectivas mejores que les ofrecen empresas alemanas, americanas o finlandesas. Porque las empresas radicadas en nuestro país también tienen lo suyo. Se quejan de la falta de esos especialistas y de que nuestro sistema educativo no nutre la demanda. No les falta razón pero esconden, que un salario alemán cuadruplica la mejor oferta que le haga una empresa en España. Y tampoco cuentan que hay empresas que se aprovechan del sistema para contratar en la modalidad del falso autónomo. Compañías que hacen de un estudiante el becario eterno. Y todo ello, por salarios que en muchos casos ni siquiera cubren el salario mínimo interprofesional: ¡Claro, es que está de prácticas!

Pero aparte de la apuesta por la tecnología y la mejora del sistema educativa que hagan los dos partidos, la principal losa, sin embargo, que arrastran PP y PSOE es la de la corrupción, que afecta a ambos por igual. Por este motivo, y por los precedentes, nadie debería votarles. Nadie. Porque es como si entraran en tu casa, te robaran y al cabo de cuatro años, cuando ya te has repuesto del golpe, no sólo no has puesto medidas de seguridad, sino que dejas las llaves de tu casa al ladrón para que te vuelva a robar a cambio, eso sí, de que te la deje como los chorros del oro una vez que te ha hurtado nuevamente.

Ciudadanos y Podemos, por su parte, son los nuevos. Los que tienen opciones reales de modificar la política española. Ambos tienen apartados dedicados exclusivamente al desarrollo tecnológico. Los dos hablan de la creación de campos tecnológicos y ciudades del conocimiento, de elevar el gasto en I+D+i, o de promover la cultura científica desde la educación primaria,… La música también suena bien, y al menos tenemos la duda de si lo harán o no lo harán. Tanto PP como PSOE, en materia de innovación y desarrollo, faltaron a sus compromisos electorales una vez alcanzado el poder.

Por primera vez en 40 años, la tecnología y la I+D+i parece que van a ocupar un papel más relevante que antaño. Y por primera vez, los españoles tenemos más opciones donde elegir, a derecha y a izquierda, fuera de los dos partidos tradicionales. Partidos que, de momento, no han entrado en tu casa a robarte. Ahora somos nosotros los que tenemos que decidir si queremos dejar las llaves de casa al chorizo, a cambio de que nos la deje ordenada, o si ya nos hemos cansado de él.

La música del post la pone Crystal Fighters: grupo británico de lo más interesante de la música actual que junta a la vez, guitarras, sintentizadores, cajas de ritmo e instrumentos tradicionales de la música del País Vasco.

Sí, yo también tengo un grupo de Whatsapp del “cole”

La tecnología ayuda pero no siempre. Hay muchos aspectos en que tanto cacharrito y herramienta de software ha hecho que nos convirtamos en unos seres dependientes. Porque sí, amigos, la tecnología es capaz de hacer que saquemos lo peor de nosotros mismos en muchas ocasiones. Sobre todo ha posibilitado que el número de autistas sin rumbo aumente de forma alarmante.

Uno de los apartados más sorprendentes es el terreno educativo. No sólo no hemos mejorado, porque los chavales siguen llevando una ingente cantidad de libros todas las mañanas en vez de aprovechar las ventajas que da la tecnología aplicada al mundo de la educación, sino que hemos sido los propios padres los que hemos aprovechado las aplicaciones para que este mundo vaya a peor: ¡Bienvenidos al apasionante mundo del grupo de whatsapp del colegio!

Yo también, como todos aquellos que tengan hijos en edad escolar, pertenezco a uno de esos grupos. Por suerte para mí, los padres y madres que lo conforman son rarunos que no dan la brasa constante con los deberes de los hijos, ni opinan sobre el profesor de lengua ni la profesora de inglés a través del chat. De vez en cuando a alguno se le escapa un chiste sin gracia, pero no se realiza de forma constante, con lo que el grupo es llevadero y en él se respira armonía, comparado con otros grupos.

Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones esto no es así. Varios amigos que sufren en silencio su grupo de Whatsapp del colegio han tenido a bien pasarme toda la conversación del mismo: tengo en mi poder un año entero de conversaciones absurdas y que en algunas ocasiones llega a la violencia verbal. Lo sorprendente es que en todos ellos se dan las mismas características que se pueden resumir en dos.

1.- Deberes: estos grupos suelen montarse cuando el menor comienza tercero de primaria. Es en este curso cuando las tareas para el menor se multiplican por diez y es en este preciso instante cuando una buena parte de los progenitores entran en una especie de histeria colectiva: “¿Alguien puede fotografiar los deberes de matemáticas?”; “¿hay qué estudiar ciencias naturales para mañana?; “¿sabéis si tienen que hacer el dictado 1 de la página 19 del libro de ortografía?”; “¿Que tienen que hacer para inglés? Juanito, no pudo ir a esa hora”. Estas son sólo algunas de la preguntas que, a diario, se producen en buena parte de los grupos escolares de Whatsapp de este país. Padres y madres en un estado de ansiedad sin parangón intentando hacer los deberes de sus hijos. Y no, la culpa no es del profesor. La culpa es de todos aquellos padres y madres que contestan a todas y cada una de las preguntas que se realizan a través de los mismos. Vamos a ver, si Juanito ha faltado a inglés será por un motivo. ¿De verdad que le va a suceder algo al niño si no lleva los deberes de una clase a la que no pudo asistir? Pues parece que sí, porque en este caso aparece esa madre siempre dispuesta que responde con todo lujo de detalles: “Un dibujo relacionado con Halloween, en una cartulina. Con el título arriba y los datos del niño abajo. Te mando foto de lo que está haciendo Anita para que te hagas una idea…” Y es en ese momento, cuando el padre del niño ausente, a las 21:00, entra en un trastorno sin par en busca de la cartulina perdida que le permita al día siguiente presumir de infante más que aplicado en las tareas escolares. Y si hace falta, él mismo le hará los dibujos y le pondrá el nombre en letra de caligrafía.

Os habéis vuelto locos y además sois muy cansinos: los deberes son una labor de vuestros hijos. Vosotros les podéis ayudar en determinados momentos, pero no hacérselos. Y si les ponen un cero al día siguiente porque se le han olvidado, no os preocupéis que en unos días no le volverá a suceder: porque, ¡vuestro nene no es tonto! Pero, lo que no es de recibo es que tengan que ser el resto de padres y madres los que tengan que solucionarle la papeleta a tu niño de forma recurrente. ¿Te has planteado que a lo mejor algo estás haciendo mal?

2.- Ayudas varias. Este también es muy común. Como canijos que son, los menores pierden cosas. Pero al igual que ocurre en el caso de las tareas, hay auténticos especialistas en extraviar todo tipo de género. No hay problema. Siempre está el grupo de Whatsapp para intentar resolverlo. Y en estos casos aparecen ruegos como: “por favor, ¿podéis preguntar a vuestros hijos/as si tienen el cuaderno amarillo de espiral de ingles de Eduardo Martín, o si lo han visto por clase? Es que no lo encuentra en su cajonera. La ultima vez que lo bajó al cole fue el miércoles por la mañana para corregir las frases de has got y hasn´t got y ayer ya no lo pudo traer”. Venga, vamos, dejad todo lo que estéis haciendo que esto es urgente. Da igual si se te quema el arroz que tienes en el fuego, lo importante es saber dónde se encuentra el cuaderno de espiral de inglés del niño. Pero parece ser que no, que van todos como posesos a ver si en la mochila de los nenes aparece el cuaderno amarillo de espiral de inglés. Evidentemente, el cuaderno no aparece en ninguna mochila. A ver, si no lo tiene en su cajonera y tampoco está en su casa, lo normal es que lo haya perdido, so melón. Así que la solución es fácil: Compras uno nuevo y no das el tostón al resto del grupo.

Y es que sí, amigos, el grupo de Whatsapp del colegio es capaz de resolver todo tipo de problema, por difícil que éste pudiera parecer. A veces llega al paroxismo paliza. A modo de ejemplo: “¿Alguien ha comprado tubos de PVC para hacer una flauta? Estoy en Saneamientos Pereda y solo me venden una pieza de 5 metros y sale un poco caro. ¿Queréis compartirlo? ¿me podéis decir si lo habéis encontrado en otro sitio? En fin, sin comentarios.

Sacadme de aquí

Cuando algún miembro (normal) del chat lleva unos meses en él, está deseando abandonarlo. El problema es cómo hacerlo. Porque es evidente que como algún padre o madre se salga va a recibir las críticas despiadadas del resto, que pensarán que el padre o la madre en cuestión no se quiere ocupar de la educación de los niños o que simplemente se lleva mal con el resto de miembros del chat de marras. La solución más fácil para abandonarlo es saber si tu pareja también es miembro del grupo. En caso de que no lo sea estás salvado. Pásale el marrón. Tal fue el caso de una madre que al enterarse de que su marido no pertenecia al selecto grupo escribió: “Buenas tardes, soy la madre de Hugo. ¿Podríais incluir en el grupo a mi marido (Antonio), ya que es él quien maneja mas esto?

Las historias del grupo de whatsapp del colegio dan para escribir el guión de un culebrón venezolano, pero son una muestra del mal que hace la tecnología en muchas ocasiones.

Para acabar, la música de hoy la pone Blur, un grupo inglés de gran éxito a finales de la década de los 90 haciendo puro britpop. La canción se titula “Park Life”… un tema el de los padres y madres del parque que también daría que hablar.

Música coprofágica

Pono, el reproductor de música con calidad HD
Pono, el reproductor de música con calidad HD

El mercado musical está de capa caída o al menos eso es lo que dicen. Da la sensación de que siempre es la piratería la que hace que las cifras de ventas se encuentren en nuestro país por los suelos. No estoy de acuerdo con esta opinión o al menos, no al cien por cien. “Difama que algo quedará” se suele decir, y la industria musical, entre las que también se incluyen artistas que antaño vendían discos como rosquillas pero que hoy no tienen nada que ofrecer y aportar, suelen aparecer cada cierto tiempo para denunciar cómo las descargas ilegales están haciendo que casi se conviertan en indigentes. Lo que no se puede pretender es seguir viviendo de “los litros de alcohol” o de los “cadillacs solitarios” y culpar a esas descargas de su difícil situación económica.

En primer lugar hay que partir de un hecho: España es un país con una cultura musical nula entre otras cosas porque si hablamos de educación, la música, al contrario de lo que ocurre en otros países, siempre se ha considerado una asignatura “maría”. Así que el oído de los españoles no se encuentra convenientemente educado y a lo máximo que llegamos es a escuchar la morralla enlatada de los 40 Principales. De esta forma, si tenemos la misma educación musical que un cavernícola y seguimos considerando a la música como algo sin importancia, es normal que no se valore y se aprecie, y por tanto, las descargas, ilegales o no, de música bazofia están a la orden del día. No sólo eso, sino que a la hora de abordar nuevos planes educativos la eliminamos de la misma forma que quitamos plástica o nos cargamos la filosofía. Lo grave es que, gracias al “populismo 100%”, la gran mayoría de la sociedad se muestra de acuerdo porque a cambio a los chavales los vamos a saturar con horas de matemáticas, creyendo que así, los enanos van a ser Albert Einstein.

Así que si no hay cultura musical, difícil será que se valore el trabajo de cualquier músico. Pero hay más factores: otro es el precio. No es normal lo que hay que pagar en España por cualquier disco, cuando si uno se va a cualquier país de nuestro entorno puede pagar por el mismo CD o vinilo hasta un 60% menos. No hace falta, sin embargo, viajar. Basta con buscar un disco cualquiera en la tienda de Amazon en EE.UU. y buscarlo en el portal español. La diferencia de precio es considerable. Así que otro punto más para que el personal se descargue música de forma “ilegal”.

Y luego se encuentra el tema de la calidad. Como ocurre con la mayoría de productos de consumo, queremos todo y lo queremos por la cara. Exigimos que nos den las cosas gratis y si nos cuestan unos pocos céntimos, ya no lo queremos pagar. Y si no pagas, lo que te llevas es “purita mierda”. Así que vivimos en un mundo en el que la coprofagia nos encanta. A fin de cuentas es gratuita y es esto último lo que aporta más valor.

El problema de esto es que los que nos ofrecen los productos tampoco se esfuerzan en darnos calidad, básicamente porque preferimos el chopped al jamón ibérico y entonces, cuando realmente quieres pagar por algo, muchas veces no lo encuentras. En el mundo de la música sucede. Y nos encontramos sonidos con una calidad de ínfima porque de lo que se trata es de que llevemos en los smartphones o en el reproductor MP3 la obra completa de Beethoven o la discografía completa de los Stones, aunque la mayoría de los que las han descargado no lo vayan a escuchar en su vida. Las canciones se comprimen hasta el infinito y más allá y se pierden detalles importantes de cualquier melodía. ¿Sabías que un vinilo tiene menos compresión que un CD y mucha menos que un MP3? Si todavía eres de esos que tiene un tocadiscos prueba a escuchar un tema y luego compara con el sonido del MP3. La diferencia es notable.

Harto de que nos invada la morralla en forma de sonido, el compositor Neil Young ha decidido crear un sistema en el que prime la calidad. Se llama Pono y promete ofrecer sonido en alta fidelidad tal y como se graba en un estudio. ¿Tiene posibilidades de éxito? En mi opinión, ninguna. O al menos no la tiene si lo que se pretende es que la mayoría de la gente se compre un aparato que cuesta 400 dólares y que la descarga de cada disco se sitúe entre los 15 y los 25 dólares. No, Neil, a la gente le gusta la bazofia, así que ni el reproductor ni el servicio van a tener éxito. Otra cosa es que el planteamiento sea el de llegar únicamente a un público exclusivo. En este caso puede que consiga su objetivo, pero el precio de cada disco, por muy HD que sea, debería bajar unos cuantos dólares y situarse en el mismo rango de precio que un CD o un vinilo.

Porque Neil Youg sí ha dado con una clave. Algunos todavía pagamos por la música y seguimos comprando soporte físicos y pagamos servicios Premium para escuchar música en streaming. Y es en este último punto donde se verá si la aventura emprendida por Young tiene éxito: si Pono es capaz de ofrecer un servicio de alta calidad en streaming, entonces muchos cambiaremos Spotify por Pono.

La música de hoy, como no podía ser de otra forma, la pone Neil Young y uno de sus temas más conocidos: Mansion on the Hill

 

Mamá: papá es un hooligan

Los padres crean niños hooligan
Los padres crean niños hooligan

En las últimas semanas estamos viendo como los estadios de fútbol están llenos de cafres. En realidad, sólo nos enteramos de actos de estas características cuando afecta a equipos de primera división, o si en campos de divisiones inferiores ha habido algún herido por culpa de algún descerebrado. Basta con indagar un poco en las redes sociales para descubrir que la violencia en el fútbol está a la orden del día: que si el entrenador de un equipo infantil no pone la alineación adecuada, que si el árbitro de preferentees un inútil, que si un niño está gordo,… En fin, toda una serie de epítetos que demuestran la gran dosis de educación que tiene este país.

Lo extraño de todo es que la gente se sorprenda porque un “tarao” lance un bote de cerveza lleno en el Santiago Bernabéu, otro tire un mechero a un jugador de fútbol en el Vicente Calderón o a un animal se le ocurra lanzar un bote de gas lacrimógeno en Villarreal. Porque el problema no radica sólo en estos lanzamientos o en las agresiones continuas que se producen a los árbitros o entre aficiones. A estos elementos va a ser ya difícil enderezarlos porque, seguramente, actos de similares características los han visto desde pequeños en sus casas (como he dicho, no hace falta más que darse una vuelta por las redes sociales para ver esta realidad).

Y es que, cada fin de semana miles de menores (a los que a menudo sobreprotegemos en exceso) escuchan por parte de sus padres (sí, suelen ser ellos no ellas) todo tipo de improperios y ven como aquellos que deberían ser los máximos responsables de la educación de estos menores se comportan como auténticos cavernícolas cuando su hijo se calza unas botas de fútbol. Pasaos por cualquier campo un sábado por la mañana y los descubriréis rápidamente. Responden a las siguientes características:

1.- Su hijo es Maradona: No, el problema no radica en que el pequeño se parezca a tantos otros que juegan al fútbol. El problema es que ningún entrenador ha sabido ver el potencial que destila el infante. Sólo él sabe de las posibilidades que tiene el niño de llegar a ser una estrella. Mira chico, no. Tu hijo no es Messi. Ni siquiera va a llegar a jugar en tercera división por mucho que le vayas moviendo por diferentes escuelas de fútbol porque como él hay miles y mejores que él, muchos más.

2.- El equipo lo componen su hijo, su hijo y su hijo: Los demás no cuentan. El niño es la megaestrella y por ello se le ve rojo colérico cada vez que el enano da un pase en vez de haberse regateado al equipo contrario él solito. Sólo se le oye gritar a él y, este dato es importante, sólo cuando el niño está en el campo: si en algún momento el chaval está chupando banquillo (porque “el entrenador no tiene ni puta idea”), el partido deja de ser interesante. Pues mira, lo que tienes que hacer es apuntarle a tenis o a natación, unos deportes donde prima el individualismo y en los que estoy seguro que el niño, como buen crack que es, despuntará sobremanera.

3.- El árbitro tiene una minusvalía psíquica o es un déspota: Claro, por eso está arbitrando a tu equipo los sábados. Tú eres el único inteligente y la única persona sobre la faz de la tierra que sabría arbitrar un partido de infantes, a pesar de que nunca te ha dado por ahí. Es más fácil gritar constantemente al de negro: que se entere bien en qué consiste un fuera de juego, que sepa qué es una falta y que aprenda que a veces, cuando el balón le da en la mano, en el caso de tu nene, siempre es involuntaria. Por supuesto, cualquier insulto tiene que oírlo muy bien y muy clarito tu niño, para así educarle en el respeto y en saber que las decisiones de los demás siempre tienen que favorecerle. Yo que tu compraría un megáfono, porque el chaval, si da la casualidad que está jugando en la banda opuesta, no te oye bien.

4.- No se sabe de dónde han sacado a esa “mierda-entrenador”. No es entendible, de verdad. ¿Qué es eso de sacar al niño del terreno de juego? Con lo estrella que es tu niño y la ingente cantidad de goles que lleva en el campeonato, ¿cómo le puede sustituir? Te lo explico: a lo mejor es que tu niño está cansado y necesita beber un trago de agua. Todos sabemos que tiene un disparo espectacular y una visión de juego que ni Xabi Alonso, pero chico, déjale que a lo mejor necesita beber un trago de agua. Claro, es más fácil echarle la culpa al entrenador, porque al igual que ocurre en el caso del árbitro, todavía nadie comprende qué haces en la banda de un campo de niños de mero espectador intransigente, en vez de estar entrenando al Real Madrid que es donde deberías estar. El problema es que no has alcanzado a entender que el entrenador, en estos casos, más que un entrenador es un educador.

Al final lo que sucede en estos casos es que las frustraciones de los mayores recaen sobre los pequeños, y lo que individuos de esta calaña no pudieron conseguir intentan por todos los medios que su hijos sí lo hagan, lo que al final redunda en que el chaval lo que aprende es mala educación y comportamiento violento, aparte de convertirse poco a poco en un ser egocéntrico.

Si lo que realmente queremos es que no ocurran cosas como las acaecidas estos últimos días en Villarreal o en Madrid en un campo de fútbol, tal vez deberíamos empezar por revisar el comportamiento de algunos «adultos» sacados de la caverna en estas edades tempranas en la que los niños lo absorben todo. Tal vez así mejoraríamos la educación en los estadios.

La música de hoy la pone Mano Negra y su canción Santa Maradona. El vídeo es descriptivo de todo lo que he hablado en este post.

Escuela 3.0: ¡y una mierda!

Si alguien se acerca por un colegio de España a eso de las nueve de la mañana observará un incesante reguero de niños que entra en ellos. ¿Niños? No, en realidad son pequeños sherpas a los que les están enseñando cómo deben llevar el cargamento de los expedicionarios que ascienden al Everest. Que no os engañe el ministro Wert ni los que le han precedido en los últimos años. Lo de la reforma de la educación es un mito: de lo que se trata es de sacar porteadores con espaldas anchas, que en el futuro carguen en ellas con los efectos de las políticas de recortes. Vamos, que no sean como nosotros, que llevábamos menos peso y así hemos salido: “ná más que de quejarnos y de quejarnos”. Y es que, si hubiéramos llevado unos cuantos kilos de más a nuestras espaldas, la crisis no existiría y las manifas estarían erradicadas. Habríamos sido la sociedad dócil que todo “representante público” desearía.

Todo lo que hacemos en la infancia y en nuestra adolescencia tiene su consecuencia en la edad adulta. Así que, ¿qué es lo que está sucediendo con los niños de nuestro país? Pues que tenemos una generación de nativos digitales a los que no se les presta atención y que siguen estudiando y formándose de la misma manera en que lo hice yo hace más de un cuarto de siglo. Y los enanos siguen aprendiéndose textos de memoria que, en cuanto hagan su examen, se les habrán olvidado. Y, ¿por qué? Porque estudiar a la antigua usanza es un coñazo, y porque lo se pretende que estudien no despierta, en muchas ocasiones, el menor interés en el niño. Eso sí, tipos con unas espaldas más duras que el acero, vamos a sacar unos cuantos.

La sociedad evoluciona, pero parece que la educación no. En un mundo interconectado, el estudiante de hoy en día continúa con las mismas rutinas que hacía hace un siglo: Va a la escuela, escucha la charla correspondiente, sale del colegio, llega a casa y se pone a estudiar o a hacer la tarea que le hayan encomendado. Todo ello con libros de todo tipo, tamaño y variedad. Vamos a ver, en la época de las tabletas digitales, los portátiles, los smartphones o las redes sociales, ¿por qué toda esta serie de avances no se emplean al 100% en las aulas? Y ahora llegará alguno y me dirá: “Oye que en mi cole, que es muy bueno, tienen pizarras digitales”. Si ya claro, ¿y para qué? Pues yo te lo voy a decir: para ver vídeos o poner PPTs. Es decir, se hace lo mismo que cuando se usaba una tiza, sólo que en su lugar ahora el profesor emplea un puntero o un mando a distancia. Y con eso la mayoría de los padres se quedan muy satisfechos y se creen que su cole está superavanzado tecnológicamente. Pues mira, no.

De momento, los chavales, en vez de tanto manual impreso, podrían llevar, por ejemplo, una tableta en la que estuvieran los contenidos que ahora están en los libros. Algo tan simple como esto, favorecería la interactividad profesor-alumno, ofrecería más opciones de aprendizaje, y por supuesto haría las clases mucho más atractivas porque los niños se encontrarían en un entorno completamente conocido para ellos. Porque, señor ministro y señores consejeros de educación: los canijos saben usar mejor que ustedes una tableta (y además no la perderían), les es completamente familiar y lo que es más importante: les parece un artilugio divertido y si no mirad este link de la empresa Minus is Better y veis que pueden hacer unos mocosos con una tableta.

También es verdad, que muchos padres, cavernícolas ellos, se opondrían a la introducción de la tecnología alegando aquello tan convincente de: “Sólo faltaba que ahora también fueran al colegio a jugar. Estudiar se hace como se ha hecho toda la vida de Dios”. Hombre, sí, antes también era norma atizar a los niños en la clase y ahora no. Porque la realidad es que son muchos los padres y madres que quieren que sus hijos vayan al colegio a sufrir y eso de la tecnología lo ven como un juego disfrazado de aprendizaje.

Participando de este pensamiento, los políticos se toman la educación como un adoctrinamiento (por eso, con cada cambio de Gobierno se redacta una nueva ley de educación). En estos tiempos que corren está muy de moda eso de “la cultura del esfuerzo”. Pues mira, eso es una patraña similar a la de “has gastado por encima de tus posibilidades”. Si oyes que alguien te dice eso de la cultura del esfuerzo sal por piernas. Porque imagínate que vas a hablar con el profesor de tu hijo y te dice: “Sí, le he suspendido pero se esfuerza mucho”. Efectivamente, has dado en el clavo: tienes un nene “poco listo”. Y, ¿a qué no te gusta que te digan eso? Pues a eso nos lleva basar la educación sólo en la cultura del esfuerzo: a trabajar como chinos, que parece ser que es lo que mola.

Pero lo peor de una frase que se repite hasta el infinito es que acaba calando. Y claro, parece que los estudiantes van a clase a tocarse la nariz y a estar con el whatsapp o el twitter durante toda la jornada escolar. Si a eso le añadimos que los profesores son unos vagos, pues tenemos una ensalada muy mal aliñada pero que consume todo el mundo. Y no es así: en general, el profesor curra como una bestia y la mayoría de alumnos también.

Así pues, la tecnología tiene pocos visos de avanzar en el aula si seguimos basándonos sólo en la cultura del esfuerzo. Los que apoyan esta teoría, lo que quieren decir en realidad es que el estudiante salga del colegio o del instituto y esté hasta altas horas de la madrugada estudiando (aunque luego no lea una línea del libro). Es el mismo motivo por el que el empresario valora más al trabajador calienta-silla que al que se va a su hora, por mucho que este último es sea mucho más productivo que el primero. Y esa es la sencilla razón por la que una importante parte de los patrones huye del teletrabajo como de la peste.

Creo que va a ser muy difícil ver a un alumno con una tableta para ir a clase: es divertido y al cole hay que ir a aburrirse. Y porque, además hay que mantener el negocio de las editoriales con sus añejos libros de texto. Porque al político le importa tres cominos que el coste medio por alumno en libros sea de más de 200 euros. Vale, la tableta es más cara: pero en dos años está más que amortizada y no hay que cambiarla con cada nuevo curso.

Se habla mucho de la reforma de la educación, pero de lo único que he escuchado hablar es de la problemática con el catalán y la cuestión es que la escuela debería estar para formar personas, que sepan manejarse en la vida y que se despierte en ellos la conciencia crítica. Esto es algo que no se contempla. Las nuevas tecnologías facilitan tanto la práctica como el pensamiento: no se debería tratar sólo de memorizar textos.

Así que podemos seguir así y acabar como los muchachos de este tema de Kaiser Chiefs (grupo de Leeds (UK) nacido en 1996 cuyo éxito comenzó a mediados de la década pasada y uno de los impulsores del denominada new-wave revival junto con Franz Ferdinand, The Fratellis, The Libertines, Bloc Party o Maximo Park entre otros) en el que unos muchachos afirman “it’s cool to know nothing”.