Una pasta gansa es lo que acaba de soltar uno de los creadores de Facebook, Mark Zuckerberg, en comprar Whatsapp. El montante total puede ascender hasta alcanzar los casi 19.000 millones de dólares. Cuando un patio de porteras como es Facebook desembolsa semejante cantidad de ceros por, recordémoslo, una simple aplicación, quiere decir dos cosas: O nos encontramos ante un temerario o ante un tipo que está acojonado. Me inclino por esta segunda opción.
Zuckerberg es un personaje que no es un gurú, ni un visionario, por mucho que algunos pretendan hacernos creer lo contrario. Le falta mucha categoría para llegar al nivel de Steve Jobs o de Bill Gates, por poner sólo algunos ejemplos. Más bien parece un niño caprichoso que, sí, ha tenido mucho éxito con una idea que no fue exclusivamente suya, y que en los últimos años parece estar en declive.
Porque Facebook sólo es un juguete. Y de los juguetes, al final, te acabas cansando. No es más que un entretenimiento barato que ha perdido su principal valor: la novedad. Una novedad que se inició en una era que ya ha muerto, la del PC, y que permitía conocer qué era de aquel exnovio que tuviste en tu adolescencia, qué fue de esa amiga íntima de la infancia o en qué ha acabado la vida del niño repollo con el que tenías que compartir pupitre.
El mundo tecnológico siempre ha sido cambiante, pero en los últimos años, esos cambios se producen de una forma cada vez más rápida y acelerada y la realidad es que ahora todo pasa por el mundo móvil y lo que queremos es información breve, concisa y al instante. Y en eso Facebook no es ágil, porque la gente ha pasado de compartir sus cosas allí a hacerlo en los grupos de Whatsapp y porque prefiere lanzar emojis en lugar de darle al “me gusta”.
Por eso, y como han puesto de manifiesto numerosos estudios, empieza a no interesar. Sobre todo a las nuevas generaciones de jóvenes. Porque al final, acabas cansado de los gustos de ese amigo tuyo que nunca lo fue y que se encuentran en las antípodas de los tuyos y porque estás hasta las narices de las cosas que comparte la maruja de tu vecina. Y al final, poco a poco, vas abandonando al niñato de Zuckerberg.
Es aquí donde al pseudo gurú le entra el pánico (y se acojona). Y como no quiere que esa tremenda base de datos que maneja a su antojo se le reduzca, hace como algunos de los usuarios de twitter: comprar seguidores. Y comprarlos al precio que sea: Primero fue Instagram y ahora lo hace con Whatsapp, una empresa con más de 400 millones de usuarios en todo el mundo que pasamos a engrosar las bases de datos del niñato de White Plains.
Conviene recordar algunas claves del éxito de Whatsapp: Sus creadores se han cansado de repetir que no venden publicidad (y por eso cobran ese simbólico euro por poder utilizar la app) y que no quieren convertirse en una red social. ¿Qué sucederá a partir de ahora? Pues, en mi caso, que no estoy ni voy a estar en Facebook, voy a empezar a probar otros servicios de mensajería como Telegram que de momento ya me acabo de instalar. Cuando la mayoría de mis colegas y familiares (salvo aquellos que tienen un iphone de primera generación y no quieren cambiarlo a pesar de que no se puedan instalar determinadas apps) se encuentren allí o en cualquier otro como Line, mi relación con Whatsapp habrá finalizado. Porque si sigo haciéndolo, lo más probable es que Zuckerberg me acabe por vender todo tipo de publicidad o lo que es peor, decida en un momento dado, que yo, como usuario de Whatsapp, tenga que aceptar un acuerdo de utilización similar al que hay en Facebook: “nos concedes una licencia no exclusiva, transferible, con derechos de sublicencia, libre de derechos de autor, aplicable globalmente, para utilizar cualquier contenido de PI que publiques en Whatsapp o en conexión con Whatsapp (en adelante, «licencia de PI»)”. Porque Zuckerberg, poco a poco, se está convirtiendo en Sauron y sólo le falta añadir aquello de «una red para gobernarlos a todos». Pues lo siento: no me da la gana.
Ahora bien. Me va a gustar ver la reacción de todos aquellos que se quejaban de que tenían que pagar ¡un euro al año! cuando el amigo Zuckerberg les empiece a lanzar mensajes personalizados y publicitarios a través del Whatsapp. Claro que si ese euro lo deja de cobrar, estoy seguro de que al personal le va a dar igual compartir tu intimidad con el maldito Zuckerberg.
El vídeo musical de hoy corre a cargo de Kasabian, una banda indie británica aparecida en la pasada década que bebe de la influencia de grupos del denominado sonido Manchester como The Stone Roses.