Parki, ese amigo

parkinsonMi padre tiene un amigo desde hace 25 años. Es de esos conocidos pesados que te presentan en una fiesta y una vez que entablan conversación no hay forma de que desaparezcan de tu vida. Es más, cuando ya realmente se encuentra en fase cansina, en ese momento en que tú ya has perdido los modales y las buenas forma y le sueltas: “¡Qué me dejes en paz, coño! ¡Qué no te soporto! ¡No me rayes más y pírate!” el tipo hace como que la cosa no va con él y sigue ahí, dándote la matraca. Y así un día tras otro. Sí, mi padre siempre ha sido un tipo especial, incluso para echarse amigos. Su colega se llama Parkinson, en casa le llamamos Parki.

Aunque este blog trata de temas tecnológicos hoy me voy a permitir hablar de la relación de estos dos colegas íntimos. Y es que mi padre, desde hace un cuarto de siglo, ha tenido más relación con Parki que con ninguno de sus colegas, mucha más que conmigo o con ninguno de sus hijos. El tipo es realmente intenso: si mi padre sale de fiesta, ahí que se va Parki. Que se marcha de viaje, Parki también se apunta. Si por lo menos fuera celoso habría una forma de librarse de él, pero ni por esas. Mira que le ha puesto los cuernos, a escondidas, a la vista de todo el mundo, pero nada, que no hay manera. Le acompaña también a la cama. Y es que, Parki es un voyeur. Le gusta observar todo: desde una relación sexual hasta un diálogo íntimo con el WC.

Así que visto que es peor que una lapa aferrada a la roca la postura de mi padre fue la de hacer como si no existiera. Es como el amigo imaginario de cualquier niño solo que en este caso no desaparece ni cuando se llega a la edad de jubilación. Eso sí, con 25 años de relación casi espiritual mi padre aprendió a convivir con él. Hace mucho. Le vacila, le toma el pelo y eso parece que a Parki no le mola mucho. Por lo menos se queda callado y no se manifiesta.

También descubrió que Parki es un ignorante. El graduado escolar parece que no se lo sacó, aunque Parki eso no se lo ha comentado nunca, porque si mi padre se pone a pintar o le da por ir a un museo o a ver una joya arquitectónica, no aparece. Además es bastante sedentario: los paseos, ir a la montaña, al campo o a la playa no le deben convencer mucho, porque no, ahí tampoco se muestra. Incluso las comidas, los conciertos, las reuniones familiares o de amigos también los debe aborrecer. Aún así, ha decidido quedarse con mi padre y no quiere soltarle. Es intenso a más no poder.

Lo que más le gusta a Parki es quedarse a solas con él. Es en esos momentos cuando más quiere que le hagan caso. Le gustan las comidas solitarias, el momento de irse a la cama y estar sentado en el sofá viendo la tele. Vamos, que Parki es un puto vago.

Este amigo de mi padre es único. No lo tiene nadie más que él. Eso sí, el cabrón tiene mogollón de hermanos igual de chapas que él. A todos ellos les gustan las mismas cosas. La única diferencia reside en quién reciba al hermano de Parki, en cómo asuma esa relación íntima que obligatoriamente va a tener que establecer. Porque no, ni Parki ni sus hermanos se van con pastillas ni con operaciones. Tan sólo se pueden disimular sus apariciones.

Mi padre lo que aprendió rápidamente es que Parki te jode pero no mata. Y descubrió que la mejor forma de mantenerlo a raya es con alegría y optimismo. Y sobre todo, haciendo cosas… mogollón de cosas. Eso a Parki le saca de los nervios pero asume que se puede quedar pero si modera su brasa. Sabe que está invitado a la fiesta si sólo aparece en determinados momentos y si no está dando el coñazo permanentemente. Tan sólo puede ser plasta en instantes puntuales. Y sí, eso me lo ha enseñado mi padre: a ser vacilón, a reírse de uno mismo y a asumir que determinadas cosas vienen y se quedan para siempre, aunque uno no quiera. Y sobre todo, a respetar todo lo que digan los demás, aunque sean tan chapas y tan maleducados como Parki.

Al final es la vida misma: el ignorante y el tolosa (to-lo sabe), que es a la especie a la que pertenece Parki, no soporta que le lleven la contraria, pero mucho menos que le tomes el pelo porque carece de sentido del humor. Es entonces, cuando están delante de más gente y les vacilas, cuando este tipo de seres se quedan callados y rebosando ira y fuego en su interior.

El caso es que ahora Parki tiene que convivir con una amiga que se ha echado mi padre hace un par de años y que se llama hernía discal (¿veis como le gusta frecuentar malas compañías?). Ni a Parki ni a mi padre les gusta nada esta nueva compañía, así que la intentaron echar por las bravas y en septiembre se fueron los dos juntitos (como desde hace 25 años) a un quirófano para que se largara. Y sí, la tipa se piró, pero como ni Parki ni mi padre son el rey de España, no han podido hacer la rehabilitación hasta ahora. Y todo porque la sanidad pública no puede poner a rehabilitar a nadie cuando debería porque no hay presupuesto y cada vez está más recortado gracias a esos poderes públicos tan enrollados que nos ayudan en todo momento y siempre están dispuestos a preocuparse por el ciudadano. Así que sí. Mi padre y Parki ahora están jodidos e indignados, porque resulta que su apasionante relación está yéndose al garete porque no son reyes y no han podido hacer la rehabilitación cuando les hubiera correspondido.

Hoy es el día mundial del Parkinson y a mi padre no le gusta porque dice que para él es todos los días desde hace 25 años, pero su ejemplo y su forma de ser me han servido para saber afrontar los problemas desde otro punto de vista. Gracias por ello. Te quiero… y a ti un poco también Parki, porque sin ti esa lección no habría sido posible.

La música para acompañar el post la van a poner los Blues Brothers, que a mi padre le molan y creo que a Parki también. Además dan buen rollo Va por ti.